A medida que pasa el tiempo la nostalgia se hace demasiado tangible, no hay nada que se pueda hacer al respecto. Es como la niebla que avanza por el rio, ella te envuelve de a poco, de pronto sin darte cuenta casi no hay nada más, así que durante el tiempo que dura no piensas en mucho más que en ella. Es una sensación agradable, al menos aún no conozco a alguien que le tema a la niebla, a la nostalgia tampoco, que de eso estamos hablando.

Hace tiempo estoy sumergido en mi propia niebla, construyendo caminos y puentes desde el presente al pasado. Aprendí a no hacer la ruta desde el pasado, es mucho más interesante recorrerla desde el presente. En este ¨punto seguido¨ estuve mucho rato pensando en cómo explicar lo anterior, y finalmente decidí que quizá lo que vaya escribiendo de ahora en adelante lo explique por sí sólo.

También aprendí que las conexiones emocionales son el mejor catalizador para trazar esas líneas que apuntan atrás en el tiempo. Estoy un grupo de WhatsApp de mi curso del Colegio, con varios de mis compañeros compartí más de 10 años ahí y después incluso con otros tantos seguimos en la misma universidad. La mayoría vive en Concepción, así que no los he visto en años, el único lazo que tengo con ellos es ese grupo. Entonces cuando supe que Dominga vendría a Santiago un par de días no dudé en contactarla.

La Domi, no sólo es extremadamente simpática, es quizá la más activa en el grupo, siempre está pendiente, pienso que de alguna manera estamos en la misma ¨niebla”. La Domi era de esas amigas que siempre están, de las que participan en todo, desde la fiesta de cumpleaños de tu hermano, así como del Bingo del colegio. Era muy fácil leer su estado de ánimo, era hasta molesto verla tan feliz todo el tiempo, y bueno, las pocas veces cuando estaba triste sus lágrimas afloraban fácilmente.  Hablo de esa amiga a la que le cuentas tus problemas y sabes que no te va a abordar con los suyos. Nunca le pregunté si a veces ella no sentía que se llevaba a casa una carga muy pesada.

-Hola Domi, ahora que vienes a Santiago, ¿Quieres que nos juntemonos un rato a conversar?
-Sí, hola deja ver si tengo tiempo y nos juntamos a tomar un café -me escribió inmediatamente, así que yo lo di por hecho.
-No te preocupes yo me acomodo a tu agenda –de verdad no quería perder la oportunidad de hablar con ella.
-Mmmm, llego a las 10:00 y el congreso parte a las 13:00 –me lo escribió casi como si fuera un problema.
-Extraordinario, tenemos 3 horas –le contesté con entusiasmo.
-¿Y puedes salir de tu trabajo a esa hora? –me contestó ella y pensé: ¿Por qué las minas tienen que ser tan complicadas?, de lo que escribí se entiende que sí ¿o no?.
-Si puedo, por esta oportunidad dejo todo botado –exageré.
-Bien, te aviso cuando llegue y le voy a preguntar a la Jo si puede –me escribió.

No quedó claro ni el lugar ni la hora precisa. No hice más preguntas, pero me quedé pensando en cómo Josefina se podía unir, ¿también viajaba?. Pero en todo caso, pensé que eso no iba a pasar.

El día previsto, a primera hora le dejé un mensaje a Dominga.

-Recuerda avisarme el lugar y hora para que nos reunamos –Le escribí por WhatsApp.
-Sí, yo te aviso dónde vamos a estar para que te vengas –Escribió en plural. En ese momento pensé que se refería a sus colegas.
-Estamos en el Mokka del Parque Arauco -Me dijo al cabo de unos minutos. Era un café para señoras cuicas, creo que nunca he estado ahí, pero a las 11:00 AM, tampoco hay mucho dónde elegir.
-Ok, en menos de media hora estoy allá.

Tomé el auto y partí, eran más de diez años sin vernos. No exageraba, mi entusiasmo era por el reencuentro con alguien con quien compartí gran parte de mi niñez y juventud. Ya imaginaba cuántos lazos, caminos y puentes podíamos hacer.

Me demoré mucho más de lo que pensaba, las calles estaban intransitables. Ojalá la Domi me haya esperado esa media hora – me dije mientras manejaba – Es que al menos yo no sería capaz de estar sentado sólo en un café por treinta minutos. Salvo que el asunto sea muy importante, y en este caso el grado de importancia era muy relativo o incierto.

-Domi, ¿Dónde estás? –la llamé por celular.
-¿Llegaste?, Estamos acá en el Mokka, arriba en la terraza del segundo piso –de nuevo me lo dijo en plural. Así que pensé que iba a conocer a sus colegas.
-Yo soy el de corbata –le dije casi como excusa-. Pero no era verdad.

Iba vestido con una polera sin cuello mal planchada y unos jeans negros viejos. No muy ad hoc como para que me presentara a sus compañeros de trabajo. Me preocupé más por ella, por lo general no soy tímido y yo iba a conversar con mi amiga. Casi corrí subiendo las escaleras.

El sol brillaba con fuerza, así que me costó encontrarla entre las mesas, la Domi me vio antes y me hizo señas desde lejos. Lo primero que distinguí, a pesar de sus anteojos oscuros es que su sonrisa no había cambiado, era la misma chica alegre que recordaba. Avancé entre las mesas y me di cuenta que estaba acompañada, era Jo.

La Jo, era una ex-compañera de curso, un poco rara, enigmática, de esas que es capaz de escuchar en forma interesada tus ideas más extrañas y opinar algo personal sobre ellas. Podía ser tan banal como para recortar una foto de Duran Duran de una revista y tan profunda como para declarar que su artista favorito era Kandinsky. Tenía muchas amigas, pero de alguna manera era solitaria a la vez. Tampoco le podías hacer muchas preguntas personales, generalmente no las respondía. Es que así son las bonitas me decía yo, y Jo si que era bonita, su piel era de color mate durante todo el año, no recordaba bien sus facciones, porque ella sólo necesitaba abrir sus lindos ojos verde claro para que ya no me interesara nada más, la verdad es que nunca me pude acostumbrar a verla.

Esto no podía ser mejor, pero creo que en ese instante no se notó mi felicidad.

Soy torpe socialmente, así que primero me preocupé de saludarlas, tan rápido que no dejé que se pararan, no hubo abrazos, sólo un beso en la mejilla y un intercambio de sonrisas.

-¿Te dejan ir a la oficina vestido así? –me dijo Jo. Fue lo primero que escuché y me quedó claro que a primera vista yo no era lo que se había imaginado después de tantos años.
-Ehmm, jajaja sí –fue mi respuesta, ¿qué más podía decir?
-¿Te quieres sentar aquí que hay más sombra?, yo no tengo problemas con el sol –me dijo amable Jo, al mismo tiempo hizo el ademán de pararse para cambiarse de silla.
-No, muchas gracias, quédate donde estás- le respondí. Habría quedado al medio y a pesar del sol, desde donde me senté las tenía a ambas casi de frente.

¿Qué problemas con el sol podría tener la Jo?, no usaba gafas y el sol hacia que sus ojos brillaran. Sí, los mismos ojos hipnóticos que yo retenía en mi memoria. Mierda –pensé que no me iba a poder concentrar.

Mientras me sentaba me dieron el primer indicio de que esta reunión iba a ser entretenida, un comentario absolutamente femenino, imposible en una reunión de hombres.

-Aún no usamos botox -lo dijeron casi a coro.
-¿…Quéee? – fue tan inesperado que no entendí.
-Que todavía no necesitamos botox -repitió la Jo mientras la Domi se reía.
-Ah, es que ustedes son lindas, para que quieren eso -pensé que era lo mejor que podia decir, en todo caso, no era ninguna mentira.

Al principio nuestra reunión era un interrogatorio, ellas se veían frecuentemente, así que las preguntas iban todas dirigidas a mí. Nada muy personal: Tus hijos, tu trabajo, tu esposa, etc,… Contesté todo mecánicamente mientras las observaba, ya no eran unas niñas, eran dos hermosas mujeres y trataba de conservar la imagen de ese reencuentro reteniendo la mayor cantidad de detalles posibles.

Al cabo de una media hora la conversación se fue moviendo hacia nuestros recuerdos compartidos, los sueños que se cumplieron y los que aún siguen pendientes. Hasta nos sacamos una selfie con el celular de Jo.

-Saliste con los ojos cerrados, tomemos la selfie nuevamente -me dijo Jo mostrándome el teléfono. Miré la foto y ellas dos se veían muy bien, en cambio yo parecía recién salido de un bar a las cinco de la madrugada.

-Pero ustedes se ven bien -contesté y ellas asintieron, así que la foto se subió al grupo de WhatsApp. Siempre es así, las minas suben las fotos en que se ven ricas ellas no más.

-Estamos iguales que antes -decían ambas. Yo no lo sentía así. Eramos distintos, habíamos recorrido demasiados  caminos diferentes,  por elección y a veces porque el destino no nos había dado otra alternativa.

Me enteré de que la Jo se había mudado a Santiago hace unos pocos meses, ella es artista, de las que pintan cuadros llenos de colores. Tiene un par de colecciones muy interesantes, pero como es modesta tuve que preguntarle bastante para conocer más acerca de sus planes ahora que estaba acá. Es que me gusta mucho la pintura.

Ya había pasado casi una hora y el mozo nos interrumpió para traer la cuenta. No soy capaz de concentrarme en más de una cosa a la vez, así que no me di cuenta cómo la Domi cambió el tema y de pronto ella estaba hablando de un tema de actualidad.

-¿Vieron en las noticias que un economista estafó a sus clientes con un sistema piramidal? -dijo Domi de improviso.
¨¿What!!!?, ¿y de dónde salió eso? -pensé.

El cambio de tema mas espectacular que había visto, mejor que un cambio de frente de Messi. A veces las amigas rescatan a la otra. Como a veces soy medio desubicado,  pensé que yo había estado haciendo o hablando algo incómodo sin darme cuenta… es que esos ojos…

-Si lo vi, parece que está en Rumania -dijo Jo, definitivamente yo había hecho algo, aunque no sabía qué.

Traté de decir algo al respecto, como para participar…. La noticia no era nueva, así que mi aporte fue muy pobre. Y mejor decidí volver el reencuentro a su cause normal.

-Domi, ¿De qué es el congreso al que viniste? -dije de sopetón, fue lo mejor que se me ocurrió, pero resultó.

Ya empezábamos a hablar de nosotros nuevamente. Hubo situaciones graciosas como cuando Domi explica que un gringo le quería vender un equipo para su laboratorio.

-Era un equipo grande -dijo Domi haciendo el gesto con las manos.
-Domi, pero el equipo del gringo ¿de que tamaño era? -Le dije de broma, esperando que repitiera el gesto. La Jo se reía.
-Era un aparato grande que había que instalar en la pared -obviamente no había entendido la broma.

Con Jo nos miramos con esa complicidad que solo dan los años de conocernos. Nos reímos y yo repetí:

-Pero Domi, ¿de que porte era el equipo del gringo? -Mientras Jo se reía y me decía que Domi no me había entendido, por supuesto, yo también lo sabía.
-Ya te dije que no me servía, porque había que ponerlo en la pared -volvió a contestar mientras trataba de explicar en términos técnicos.
¨Qué tierna -exlamé en mis pensamientos, aún sigue igual de inocente. En vez de decir eso, dije:
-Sigues igual de gansa- A la vez que le explicábamos la broma.

En algún momento de la reunión les declaré mi admiración por lo talentosas y buenas alumnas que habían sido en el colegio. Yo siempre me sentí intimidado por las mujeres del curso, casi todas excelentes alumnas y mucho mas maduras que la mayoría de nosotros.

-Yo no era mal alumno, en cambio era bien ahuevonado -les comenté… Y se hizo un silencio de varios segundos…

Largos segundos…muy largos…Hasta que primero Jo, después yo y finalmente Domi rompimos a reir.

-Ni siquiera por compasión se les ocurrió decir: Noooo Flavio no eras así -dije fingiendo enojo.

Nos reimos juntos y eso fue la mejor señal para saber que si bien ya no eramos los mismos, la conexión que habíamos forjado años atrás no había cambiado.