— No despiertes, quédate aquí conmigo — me susurró al oído.


— Tienes que acompañarme — le dije mientras la trataba de arrastrar hacia la luz del día. — Eres demasiado real para que sea un sueño

Iba despertando, quería hacerlo, porque esto tenía que ser de verdad, pero a medida que yo la dejaba de ver con mi mente y la miraba con mis ojos, ella se desvanecía. La seguía sintiendo en mi piel, solo nuestro contacto le daba la densidad de la carne y la viscosidad del sudor. El resto de su cuerpo era como una neblina: — Hada, Ángel o Demonio ¿a quién le importa?

— No por favor, no hay dos sueños iguales —me decía entre lágrimas. — No hay otra entrada ni otro momento para mi universo ¿Es que no lo logras entender?

— Entonces ven al mío!! — la abracé con fuerza. Ahora ya estaba casi totalmente despierto, pero aún de manera increíble seguía dentro del sueño.

Pero duró pocos segundos, el ruido de la calle, el ladrido de los perros, y por último la alarma de las 6:30 del viejo reloj a cuerda hacían demasiado evidente mi mundo y a ella la devolvían a donde pertenecía. Aún sentía su cara en mi cuello, y solo al ponerme las manos me di cuenta que era un eco de la sensación, ella ya se había marchado.

Con rabia golpee el reloj para que dejara de campanear, cerré mis ojos para volver, pero como ustedes saben, no se vuelve a los sueños y mientras más lo intentamos solo logramos olvidar.

Me paré tan rápido como pude para escribir, garabatear, dibujar o lo que fuera; quería retener cada detalle, pero ya era imposible, el universo al que había entrado respondía a otras leyes fisicas y químicas, no encontré las palabras para describir nada de su color, textura, sabor, sonido ni aroma. Incluso el tiempo y el orden en que transcurrió no lo podría cuantificar ni enumerar.

Hada, Demonio o Ángel no habrá recuerdo de nuestro encuentro, solo quedarán esos esquivos segundos de la separación al despertar, en ese frágil y fugaz lugar donde se tocaban su universo y el mío.

Y así se creó otra pequeña joya que guardo en el cofre de mis recuerdos, esa cajita de las que les conté alguna vez, esa que será lo único que cargaré en mi viaje cuando todo lo de este mundo ya no importe.