Repentinamente dio la vuelta y volvió decidida sobre sus pasos.

-¿Me estás siguiendo? –preguntó seria.

Miré a todos lados para asegurarme que se dirigía a mí. Me miraba curiosamente a los ojos mientras esperaba la respuesta. Había un dejo de ansiedad en sus palabras.

-Ehhmmm… quizás vamos en el mismo camino –sin negarlo, fue lo primero que se me ocurrió decir.

-Disculpa, no soy de las que habla con desconocidos, es que hay algo que me parece familiar en ti –lo dijo lentamente, como si hubiera ido acomodando las palabras mientras salían de su boca.

No se movía, entendí que seguía esperando una respuesta concreta. Entrelazaba sus dedos con fuerza, como esperando que la verdad se transformara en certeza.

-A mí también me pareces familiar. ¿Quién eres? –agregué la pregunta para devolver la tensión hacia ella.

-Antes creí saberlo, ¿Me ayudarías a entender?

En un solo día que transcurrió demasiado  de prisa, sin formalidades, sin rodeos ni apuros, me contó lo que creía y yo le hablé de lo que pensaba que sabía.

-¿Tienes frío? –le pregunté. Era tarde y noté que temblaba levemente.

-Sí, pero no te preocupes por mí, aún nos falta mucho… –se detuvo, creo que no sabía muy bien qué estaba buscando, o quizás no encontró las palabras para explicarme. Lo había intentado varias veces, pero soy torpe y no entendí.

Puse mi chaqueta en sus hombros, me senté a su lado y durante unos minutos en silencio imaginé que si este fuera un mundo de papel, ella sería la Chica Sin Color. Buscaríamos su historia entre novelas, libros de cuentos y poesía. Me diría que no es de magos, monstruos ni brujas; es que no sabría esconderse ni luchar contra ellos. Tampoco sería de reyes y princesas; es que no le van bien los protocolos ni las reglas.

Dicen que una buena historia se construye desde el villano, mientras más perversos y siniestros son sus objetivos el relato crece en intensidad. Aunque era sutilmente evidente, no habíamos sido educados para ver, entonces fue muy trabajoso y duro revelarlo. A nuestro villano le llamamos La Verdad.

Los personajes le temían a La Verdad, huyeron lejos, a un lugar donde ni el lenguaje permitiera nombrarla y construyeron una fortaleza solitaria con altos muros donde esconderse. Se tejió un manto urdido con el telar de los secretos, esa era el arma con el que se combatía a La Verdad.

-¿La Verdad? …¿Más que La Mentira? –me preguntó.

-El villano es contra el que luchamos, entonces el bien y el mal es relativo. En esta historia nuestro enemigo ha sido La Verdad –le contesté, aunque no estaba totalmente convencido.

-Ya veo, La Mentira se hizo para aliviar y sanar el dolor de La Verdad –me dijo con tristeza –Ay, ojalá La Mentira hubiera sido más fuerte –un sollozo se le escapaba de la garganta mientras se sentaba en el suelo.

-Puedes seguir luchando o aceptar la derrota –le dije, sin atreverme a mirarla a los ojos, es que ya sabía lo que iba a ver.

-Pero si acepto a La Verdad, ya no tendré las armas para defenderme de su dolor –las palabras apenas brotaban de su aliento.

Ya no había más respuestas ni consejos, ella siempre lo había sabido. De a poco se incorporó, tomo unos cuantos lápices y se empezó a alejar.

-¿A dónde vas? –pregunté. No quería que llegara este momento, cuando ella ya no me necesitara, pero sin darme cuenta, yo también había ayudado a este desenlace.

-Es hora de escribir mi propia historia junto a La Verdad –seguía llorando, pero esta vez había algo más que no supe identificar.

Me quedé ahí inmóvil, mis pies se tornaron pesados, tanto que ni siquiera pude alcanzarla para decirle adiós, en cambio a la distancia le grité:

-Por favor, escribe que estuve ahí! -me sentí tonto, pero no tuve más tiempo para pensar.

Cuando se aseguró de estar lo suficientemente lejos para que no pudiera distinguir su rostro , La Chica Sin Color se dio vuelta por unos segundos como si quisiera darme una señal de que me escuchó.

 

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Al día siguiente, encontré un sobre con mi nombre en el bolsillo de la chaqueta. Lo abrí con cuidado, había una carta hecha de cartulina que se doblaba a la mitad como las tarjetas de Navidad. En la portada tenía varios coloridos dibujos hechos cuidadosamente a mano y en letras grandes decía ¨Para Ti”.

Entendí sin leerla que todo lo que me escribió era desde sus sentimientos reales, la carta estaba escrita de una sola vez, no había ninguna palabra tachada o borrada. No necesitaba leerla, corrí por encima de las letras, porque casi adivinaba lo que decía.

¨Gracias por acompañarme estas horas. Me has ayudado aún sin conocerme. Esto no es una despedida, me gusta pensar que esto es el comienzo de una nueva historia. Ya no hay más que descubrir sobre el pasado, solo me queda proyectarme hacia el futuro. Y desde ahora ya no soy la misma de ¨antes¨, porque negar mi identidad sería negar a otros y que existes tú.

Al igual como tú me lo diste a entender, yo también desde hace tiempo te he tenido muy presente en mi vida y ahora me gustaría que continuemos igual construyendo una nueva historia. Una que sea nuestra y sin la influencia del pasado.

No es un adiós, porque sé que estaremos siempre en contacto, solo quiero decirte gracias una vez más por todo lo que has hecho por mí.

Con todo mi cariño,

La Chica Sin Color¨