Cuentos de quien no sabe lo que hace

Relatos y Cuentos

Acá puse algunos relatos que escribí, me gusta pensar que son cuentos donde la ficción baila en el borde de la realidad. Tengo varios más, pero no llegaron a una etapa que siquiera yo considere decente.

No tengo grandes pretensiones, no redacto bien, no tengo buena ortografìa, pero siento la magia que estuvo amarrada dentro de mi, ahora entendí que tiene que salir.

La Musa

En los antiguos días de Egipto, cuando los faraones gobernaban y los dioses caminaban entre los hombres, había una musa conocida como Hecme. No era un nombre común, ni se la conocía entre las masas, pero en los rincones más recónditos de los palacios y los templos, donde los poetas y los escribas pasaban sus días y noches, Hecme era una figura de respeto y admiración.

Hecme no era como las demás musas. No llevaba los vestidos esplendorosos de Isis ni tenía la aterradora presencia de Sekhmet. En cambio, era tan sutil y silenciosa como la suave brisa del desierto, llegando a los escritores en momentos de bloqueo creativo o cuando sus palabras no podían expresar las profundidades de sus emociones.

Tenía un don especial para ayudar a los poetas. Sus susurros eran como hilos de oro, tejiendo ideas y palabras en sus mentes. Los inspiraba con visiones de estrellas danzantes y ríos de luna, de amores perdidos y batallas ganadas, de los misterios del Nilo y las maravillas del firmamento.

Una vez, un poeta joven y ambicioso llamado Amenhotep luchaba por completar un poema para el faraón. Había intentado mil veces y mil veces había fallado. En su desesperación, invocó a Hecme, y ella acudió a su llamado.

Hecme se apareció a Amenhotep no como una visión radiante, sino como un suave murmullo en su oído, una corriente de pensamientos e imágenes que llenaron su mente. Le habló de la grandeza del faraón, de su coraje y sabiduría, de su amor por Egipto y su gente. Le mostró visiones del faraón como un león en la batalla, como un halcón en el cielo, como el sol en su apogeo.

Inspirado por las palabras de Hecme, Amenhotep escribió un poema tan bello y poderoso que se convirtió en una leyenda en todo Egipto. Y desde ese día, cada vez que un poeta buscaba inspiración, invocaba a Hecme, la musa silenciosa, la portadora de las palabras de oro.

Y así, aunque su nombre no se conocía entre las masas, en los rincones más recónditos de los palacios y templos, donde las palabras cobran vida y las historias se eternizan, Hecme vivía en cada línea y cada verso, en cada poema y cada canción, en la pluma de cada poeta y en el corazón de cada lector.

Hola, Salí A Caminar

El 2020 fue un cambio para todos. El virus no llegó a tocarme, pero de alguna forma inexplicable, fracturó algo en mi interior. Dejé de escribir, no por incapacidad, sino porque parecía que se había apagado mi última chispa de magia.

No era que hubiera sufrido, simplemente no había interés. Hasta que… bip bip, o brrp brrip, el sonido sutil de mi celular vibrando.

-Hola, salí a caminar- Un mensaje conciso de Whatsapp que interpreté como una invitación implícita.

Ella caminaba bajo el dorado sol del atardecer, mientras yo observaba desde mi ventana cómo el viento de invierno agitaba los matorrales.

Me la imagino sonriendo mientras escribe, frunciendo el ceño y molestándose cuando mis respuestas no aciertan. De vez en cuando se detiene, lee, corrige, borra y vuelve a escribir.

Ahora, puedo verla sentada en un banco de cemento frente al mar, con la cabeza inclinada sobre su celular. Se aparta el cabello de la frente, pero una suave brisa se encarga de devolverlo a su lugar. Toma el celular con ambas manos, ejerciendo una leve presión, y luego levanta la vista antes de retomar su caminata.

Aquí, el viento se ha detenido y el tiempo parece haber hecho lo mismo.

No ha ocurrido nada extraordinario, solo una tarde de invierno hecha de palabras y melodías, de sol y viento.

Tras cuatro años, solo hizo falta un suceso insignificante para que volviera a tomar el teclado. Algo tan monumental como una pandemia consiguió apagarme, y sin embargo, la magia de un momento tan diminuto fue suficiente para reavivar esa chispa. Solo nosotros dos lo sabemos.

El Espacio Entre Nuestros Sueños

— No despiertes, quédate aquí conmigo — me susurró al oído.


— Tienes que acompañarme — le dije mientras la trataba de arrastrar hacia la luz del día. — Eres demasiado real para que sea un sueño

Iba despertando, quería hacerlo, porque esto tenía que ser de verdad, pero a medida que yo la dejaba de ver con mi mente y la miraba con mis ojos, ella se desvanecía. La seguía sintiendo en mi piel, solo nuestro contacto le daba la densidad de la carne y la viscosidad del sudor. El resto de su cuerpo era como una neblina: — Hada, Ángel o Demonio ¿a quién le importa?

— No por favor, no hay dos sueños iguales —me decía entre lágrimas. — No hay otra entrada ni otro momento para mi universo ¿Es que no lo logras entender?

— Entonces ven al mío!! — la abracé con fuerza. Ahora ya estaba casi totalmente despierto, pero aún de manera increíble seguía dentro del sueño.

Pero duró pocos segundos, el ruido de la calle, el ladrido de los perros, y por último la alarma de las 6:30 del viejo reloj a cuerda hacían demasiado evidente mi mundo y a ella la devolvían a donde pertenecía. Aún sentía su cara en mi cuello, y solo al ponerme las manos me di cuenta que era un eco de la sensación, ella ya se había marchado.

Con rabia golpee el reloj para que dejara de campanear, cerré mis ojos para volver, pero como ustedes saben, no se vuelve a los sueños y mientras más lo intentamos solo logramos olvidar.

Me paré tan rápido como pude para escribir, garabatear, dibujar o lo que fuera; quería retener cada detalle, pero ya era imposible, el universo al que había entrado respondía a otras leyes fisicas y químicas, no encontré las palabras para describir nada de su color, textura, sabor, sonido ni aroma. Incluso el tiempo y el orden en que transcurrió no lo podría cuantificar ni enumerar.

Hada, Demonio o Ángel no habrá recuerdo de nuestro encuentro, solo quedarán esos esquivos segundos de la separación al despertar, en ese frágil y fugaz lugar donde se tocaban su universo y el mío.

Y así se creó otra pequeña joya que guardo en el cofre de mis recuerdos, esa cajita de las que les conté alguna vez, esa que será lo único que cargaré en mi viaje cuando todo lo de este mundo ya no importe.

Retrato De Un Poema

¿Por qué elegiste mi barca? Entre miles de ellas, te subiste a la que menos conocías. Durante el viaje me preguntaste qué camino tomar para llegar, pero sin saber dónde. Me hablaste de varias casas que te esperan cuando te deje en la orilla. ¿A dónde vas?, no te pregunté, pero cuando llegue el atardecer, me sentaré en la penumbra a pensar en las calles que recorriste y dónde descansaras cuando caiga la noche.

Cada día que tomas mi barca me preguntas en qué casa debes vivir. No sé responder, solo sé preguntar y en cada respuesta tuya he encontrado las mías.

¿Dónde quiere vivir mi poema? ¿Entre las conversaciones de sobre mesa de las cenas del club? ¿Entre los hombres y mujeres cansados de la rutina de trabajar en edificios de cristal? Allí mi poema se tornará monótono y nostálgico como el paso del tren que se aleja.

¿Dónde quiere estar mi poema? ¿En la casa donde no saben leer su cuerpo con las manos, no saben escuchar con el corazón y no saben hablar con el aliento húmedo al oído? Allí mi poema se enfriará como el musgo que cubre una roca en la tundra en invierno.

En esos lugares, necesitarías un infinito y aun así nunca llenar la oscuridad en la noche. Pero al Sol le basta solo un instante para cubrirla de luz al amanecer. Allí, allí quiere estar mi poema, en ese breve lugar entre el día y la noche, donde la magia se asoma por un frágil instante.

Ven a mi jardín poema mío, cruza por el bosque encantado, corre entre los trinos de los pájaros que se agolpan desordenados entre las ramas de los árboles para que los veas al pasar. Cuando llegues podrás sumergir tus pies cansados en mi tibio riachuelo y tenderte en mi prado abrigada por los rayos de sol que las nubes dejarán pasar solo para ti.

Cuando te tengo frente a mi te busco dentro de tu mirada. A ti, que me esquivas con frases y silencios, sin embargo, nuestros corazones se cruzaron en la maraña de caminos por un momento. Te acompañé ofreciendo todo lo que puedo darte. Cuando ya no me necesites ¿Serás un retrato plano sin el calor de la vida en mis recuerdos? ¿No hay entre todo lo que te he dado alguna lámpara que permanezca encendida en la eternidad? ¿Vendrás a darme las gracias cuando llegue a tu despedida con las manos vacías?

Entre los arbustos cruzamos nuestras miradas, quise decir algo, pero te marchaste. Ahora las palabras, las palabras que yo quise decir, flotan vacías y se extinguen como las chispas que crepitan en la fogata. Ahora por siempre, el sentimiento no confesado, se enciende ardiente al recuerdo frío de un retrato en mi memoria. Desde el fondo del espejo, la nostalgia y la pena llaman a mi poema con un eco atrapado en la eternidad.

La Puesta De Sol Será Al Amanecer

Estaba frente a ti hablando cosas mías, tu voz entró en mi voz y ya eran cosas tuyas.
Pedí un simple café, tú elegiste un agua de rosas,
entonces fue cuando el Sol se puso al amanecer.

Estaba frente a ti leyendo cosas mías, tu frotaste tus lentes con el borde de tu falda y ya eran cosas tuyas.
En la barra pedí un Jack, tú desde la mesa un champagne,
entonces fue cuando el Sol se puso al amanecer.

Estaba frente a ti escribiendo cosas mías, tu mano rozó mi mano y ya eran cosas tuyas.
Me senté simplemente a ver el mar, tu nadaste siempre alrededor,
entonces fue cuando el Sol se puso al amanecer.

Estaba frente a ti pensando cosas mías, me miraste sonriente y ya eran cosas tuyas.
Mi sombra no te alcanza en la noche, la tuya no me alcanza en el día,
entonces fue cuando el Sol se puso al amanecer.

Con esta canción la magia trató de unir las cosas mías con las cosas tuyas.
Yo insistí para que fuera verdad, tu dejaste que fuera mentira
Ya no queda tiempo, ahora la puesta de sol será al amanecer.

Privado: Las Letras De Tu Piel

Como el mejor alquimista mezclo mi pasión por las letras y tu piel. Corrijo la caligrafía de tu dócil pelo con mis dedos, primero con ternura, y luego será con intensidad y sudor. Me cruzo con tus ojos que tienen la mirada seca y fija de una tigresa y que a los minutos estarán húmedos y perdidos como los de una gata, ¿con ellos puedes leer en mi lo que yo leo en ti?.


Descubro en todo tu cuerpo las señales impresas: — Aquí te lo ruego, ahí todavía no, acá sí está bien — . Con mis manos leo en tus senos las conexión hacia tu entrepierna. —Aún no —es lo que con mi olfato leo en tu vientre. Está escrito en tus orejas que permanezca con mi aliento un poco más. Toco las mariposas de tu espalda que escriben la puntuación correcta mientras baten las alas para volar, no demasiado lejos, quizás tengan que corregir.


Quiero leer con mis palmas tus firmes nalgas y viajar hacia el interior. —Ahí más lento —me parecen decir. Con tu lengua en mi cuello buscas borrar cualquier verso que parezca temor. Tus piernas imprimen sus letras en las mías, siento cada palabra, no las necesito leer. Con paciencia y dedicación me dedico a abrir tu poema censurado y entro hasta tocar los jeroglíficos más antiguos de todas tus vidas hacia atrás.


Mi pecho no alcanza a atrapar el tipeo de caracteres que cada vez más rápido se liberan desde tu corazón. Junto mi libro al tuyo para que nuestras almas escriban por fin el secreto de La Piedra Filosofal. Miles de palabras y letras que finalmente se funden y mezclan sólo en gemidos para significar.

Demasiado Poco Para Una Eternidad

El viaje había sido largo, más de doce horas en avión llegaban a su fin. Se habían reconocido antes de sentarse en el asiento 21A y 21B: en el counter para dejar el equipaje, mientras buscaban el pasaporte en policía internacional — ella en su cartera, él en el bolsillo de su chaqueta — , a través de las fragancias espesas y dulzonas del Duty Free, entre el tumulto de la caminadora mecánica, a la distancia en la sala de abordaje número 16B. Apenas unas miradas tímidas y breves, sin sonrisas, bajando la mirada cuando se cruzaban.

Casi de inmediato se saludaron, cuando él se ofreció a ayudarla a subir su bolso de mano al compartimiento superior. Desde ese instante sin prisas, pero también sin pausas ni censuras, conversaron de sus vidas, del pasado, del presente y de sus ilusiones/miedos/creencias del futuro. Dos desconocidos habían redefinido todas las leyes de la física moderna, demostrando que bastaba menos de medio día para vivir una vida entera, o mejor dicho dos vidas completas.

— ¿Y ahora que aterrizamos…? —dijo ella cuando se encendió la luz de desabrocharse los cinturones.

—¿Ahora qué? —respondió con torpeza él—. ¿Ya no hay nada más de qué hablar? —pregunta retórica que era una certeza.

—Voy a recordar todo lo que hablamos, ¿en ti quedará algo de nuestras íntimas palabras? —todo en ella expresaba el anhelo.

—A mí…  a mí me gustaría olvidar —contestó mientras se paraba y suspiraba pesadamente—. Olvidar con la esperanza de repetir el momento —fue lo último que dijo antes de alejarse.

Dos vidas tan distintas, con tan poco en común y con tanto que pudo ser. Solo medio día forzado en la cabina de un avión los pudo reunir. Nada más que palabras sostuvieron fugazmente a dos almas en el mismo plano del universo, resonando en una frágil sintonía …sin tocarse, fue demasiado poco para una eternidad.

Dos Universos Infinitos Separados Por El Infinito

Pertenecemos a dos mundos divergentes, universos infinitos separados por el infinito. Nos es distinto el ayer, el hoy y el mañana. ¿Dónde estás y dónde estoy?.


Duermo para alcanzarte en mis sueños, no hay otro camino. ¿Alguna vez habitamos en el mismo lugar en el tiempo y el espacio?. ¿Quién nos arrancó del paraíso con los ojos vendados?.


La memoria de nuestro pasado y futuro se apaga tenue en el vacío. —¿Dónde puedo encontrar esos recuerdos? — me preguntas en mis sueños. —Sólo se que existen — te respondo resignado—, ¿en el día, acaso no están todas las estrellas detrás del cielo?.

Reflejos

La noche era tibia y húmeda, en el cielo apenas unos rastros de nubes difuminaban la luz de la luna. Por entremedio de los canelos surgió una figura frágil y ligera, apenas marcando sus huellas, como si tuviera alas en los pies. Se detuvo a la orilla del lago y permaneció inmóvil por largos minutos, con el sólo movimiento de su melena que se agitaba rebelde por el viento.


Había dejado pasar demasiado tiempo -pensó. Entonces suspiró hondo y susurrando algo parecido a una canción, tomó su vestido por sobre las rodillas y se adentró en el agua buscando su reflejo.


Daba pasos lentos e inseguros, lo que contrastaba con ternura con el ritmo suave de la hierba cimbreándose por la brisa nocturna. Con cada paso , pequeñas ondas se acercaban y alejaban; acariciaban y huían; descubrían y olvidaban al mismo tiempo.


Bajó la vista sin interrumpir su murmullo. Y como en un trance, fijó su mirada escudriñando en la profundidad, esforzándose por llegar al abismo. Apenas prestaba atención al espejo de la superficie, donde la imagen se detenía y luego se distorsionaba en hipnóticas ondas. 


“Ecos de nada -se dijo con angustia. Es que había cambiado… y como la mayoría de las veces sucede, fue en forma lenta, imperceptible y despiadada.


Detuvo su canto y con un grito ahogado en lágrimas retenidas, le rogó al Ngenechen que habita en el fondo del lago:


-¡Devuélveme el reflejo de lo vivido!

.