Cuentos de quien no sabe lo que hace

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El Espacio Entre Nuestros Sueños

— No despiertes, quédate aquí conmigo — me susurró al oído.


— Tienes que acompañarme — le dije mientras la trataba de arrastrar hacia la luz del día. — Eres demasiado real para que sea un sueño

Iba despertando, quería hacerlo, porque esto tenía que ser de verdad, pero a medida que yo la dejaba de ver con mi mente y la miraba con mis ojos, ella se desvanecía. La seguía sintiendo en mi piel, solo nuestro contacto le daba la densidad de la carne y la viscosidad del sudor. El resto de su cuerpo era como una neblina: — Hada, Ángel o Demonio ¿a quién le importa?

— No por favor, no hay dos sueños iguales —me decía entre lágrimas. — No hay otra entrada ni otro momento para mi universo ¿Es que no lo logras entender?

— Entonces ven al mío!! — la abracé con fuerza. Ahora ya estaba casi totalmente despierto, pero aún de manera increíble seguía dentro del sueño.

Pero duró pocos segundos, el ruido de la calle, el ladrido de los perros, y por último la alarma de las 6:30 del viejo reloj a cuerda hacían demasiado evidente mi mundo y a ella la devolvían a donde pertenecía. Aún sentía su cara en mi cuello, y solo al ponerme las manos me di cuenta que era un eco de la sensación, ella ya se había marchado.

Con rabia golpee el reloj para que dejara de campanear, cerré mis ojos para volver, pero como ustedes saben, no se vuelve a los sueños y mientras más lo intentamos solo logramos olvidar.

Me paré tan rápido como pude para escribir, garabatear, dibujar o lo que fuera; quería retener cada detalle, pero ya era imposible, el universo al que había entrado respondía a otras leyes fisicas y químicas, no encontré las palabras para describir nada de su color, textura, sabor, sonido ni aroma. Incluso el tiempo y el orden en que transcurrió no lo podría cuantificar ni enumerar.

Hada, Demonio o Ángel no habrá recuerdo de nuestro encuentro, solo quedarán esos esquivos segundos de la separación al despertar, en ese frágil y fugaz lugar donde se tocaban su universo y el mío.

Y así se creó otra pequeña joya que guardo en el cofre de mis recuerdos, esa cajita de las que les conté alguna vez, esa que será lo único que cargaré en mi viaje cuando todo lo de este mundo ya no importe.

Retrato De Un Poema

¿Por qué elegiste mi barca? Entre miles de ellas, te subiste a la que menos conocías. Durante el viaje me preguntaste qué camino tomar para llegar, pero sin saber dónde. Me hablaste de varias casas que te esperan cuando te deje en la orilla. ¿A dónde vas?, no te pregunté, pero cuando llegue el atardecer, me sentaré en la penumbra a pensar en las calles que recorriste y dónde descansaras cuando caiga la noche.

Cada día que tomas mi barca me preguntas en qué casa debes vivir. No sé responder, solo sé preguntar y en cada respuesta tuya he encontrado las mías.

¿Dónde quiere vivir mi poema? ¿Entre las conversaciones de sobre mesa de las cenas del club? ¿Entre los hombres y mujeres cansados de la rutina de trabajar en edificios de cristal? Allí mi poema se tornará monótono y nostálgico como el paso del tren que se aleja.

¿Dónde quiere estar mi poema? ¿En la casa donde no saben leer su cuerpo con las manos, no saben escuchar con el corazón y no saben hablar con el aliento húmedo al oído? Allí mi poema se enfriará como el musgo que cubre una roca en la tundra en invierno.

En esos lugares, necesitarías un infinito y aun así nunca llenar la oscuridad en la noche. Pero al Sol le basta solo un instante para cubrirla de luz al amanecer. Allí, allí quiere estar mi poema, en ese breve lugar entre el día y la noche, donde la magia se asoma por un frágil instante.

Ven a mi jardín poema mío, cruza por el bosque encantado, corre entre los trinos de los pájaros que se agolpan desordenados entre las ramas de los árboles para que los veas al pasar. Cuando llegues podrás sumergir tus pies cansados en mi tibio riachuelo y tenderte en mi prado abrigada por los rayos de sol que las nubes dejarán pasar solo para ti.

Cuando te tengo frente a mi te busco dentro de tu mirada. A ti, que me esquivas con frases y silencios, sin embargo, nuestros corazones se cruzaron en la maraña de caminos por un momento. Te acompañé ofreciendo todo lo que puedo darte. Cuando ya no me necesites ¿Serás un retrato plano sin el calor de la vida en mis recuerdos? ¿No hay entre todo lo que te he dado alguna lámpara que permanezca encendida en la eternidad? ¿Vendrás a darme las gracias cuando llegue a tu despedida con las manos vacías?

Entre los arbustos cruzamos nuestras miradas, quise decir algo, pero te marchaste. Ahora las palabras, las palabras que yo quise decir, flotan vacías y se extinguen como las chispas que crepitan en la fogata. Ahora por siempre, el sentimiento no confesado, se enciende ardiente al recuerdo frío de un retrato en mi memoria. Desde el fondo del espejo, la nostalgia y la pena llaman a mi poema con un eco atrapado en la eternidad.

La Puesta De Sol Será Al Amanecer

Estaba frente a ti hablando cosas mías, tu voz entró en mi voz y ya eran cosas tuyas.
Pedí un simple café, tú elegiste un agua de rosas,
entonces fue cuando el Sol se puso al amanecer.

Estaba frente a ti leyendo cosas mías, tu frotaste tus lentes con el borde de tu falda y ya eran cosas tuyas.
En la barra pedí un Jack, tú desde la mesa un champagne,
entonces fue cuando el Sol se puso al amanecer.

Estaba frente a ti escribiendo cosas mías, tu mano rozó mi mano y ya eran cosas tuyas.
Me senté simplemente a ver el mar, tu nadaste siempre alrededor,
entonces fue cuando el Sol se puso al amanecer.

Estaba frente a ti pensando cosas mías, me miraste sonriente y ya eran cosas tuyas.
Mi sombra no te alcanza en la noche, la tuya no me alcanza en el día,
entonces fue cuando el Sol se puso al amanecer.

Con esta canción la magia trató de unir las cosas mías con las cosas tuyas.
Yo insistí para que fuera verdad, tu dejaste que fuera mentira
Ya no queda tiempo, ahora la puesta de sol será al amanecer.

Las Letras De Tu Piel

Como el mejor alquimista mezclo mi pasión por las letras y tu piel. Corrijo la caligrafía de tu dócil pelo con mis dedos, primero con ternura, y luego será con intensidad y sudor. Me cruzo con tus ojos que tienen la mirada seca y fija de una tigresa y que a los minutos estarán húmedos y perdidos como los de una gata, ¿con ellos puedes leer en mi lo que yo leo en ti?.


Descubro en todo tu cuerpo las señales impresas: — Aquí te lo ruego, ahí todavía no, acá sí está bien — . Con mis manos leo en tus senos las conexión hacia tu entrepierna. —Aún no —es lo que con mi olfato leo en tu vientre. Está escrito en tus orejas que permanezca con mi aliento un poco más. Toco las mariposas de tu espalda que escriben la puntuación correcta mientras baten las alas para volar, no demasiado lejos, quizás tengan que corregir.


Quiero leer con mis palmas tus firmes nalgas y viajar hacia el interior. —Ahí más lento —me parecen decir. Con tu lengua en mi cuello buscas borrar cualquier verso que parezca temor. Tus piernas imprimen sus letras en las mías, siento cada palabra, no las necesito leer. Con paciencia y dedicación me dedico a abrir tu poema censurado y entro hasta tocar los jeroglíficos más antiguos de todas tus vidas hacia atrás.


Mi pecho no alcanza a atrapar el tipeo de caracteres que cada vez más rápido se liberan desde tu corazón. Junto mi libro al tuyo para que nuestras almas escriban por fin el secreto de La Piedra Filosofal. Miles de palabras y letras que finalmente se funden y mezclan sólo en gemidos para significar.

Demasiado Poco Para Una Eternidad

El viaje había sido largo, más de doce horas en avión llegaban a su fin. Se habían reconocido antes de sentarse en el asiento 21A y 21B: en el counter para dejar el equipaje, mientras buscaban el pasaporte en policía internacional — ella en su cartera, él en el bolsillo de su chaqueta — , a través de las fragancias espesas y dulzonas del Duty Free, entre el tumulto de la caminadora mecánica, a la distancia en la sala de abordaje número 16B. Apenas unas miradas tímidas y breves, sin sonrisas, bajando la mirada cuando se cruzaban.

Casi de inmediato se saludaron, cuando él se ofreció a ayudarla a subir su bolso de mano al compartimiento superior. Desde ese instante sin prisas, pero también sin pausas ni censuras, conversaron de sus vidas, del pasado, del presente y de sus ilusiones/miedos/creencias del futuro. Dos desconocidos habían redefinido todas las leyes de la física moderna, demostrando que bastaba menos de medio día para vivir una vida entera, o mejor dicho dos vidas completas.

— ¿Y ahora que aterrizamos…? —dijo ella cuando se encendió la luz de desabrocharse los cinturones.

—¿Ahora qué? —respondió con torpeza él—. ¿Ya no hay nada más de qué hablar? —pregunta retórica que era una certeza.

—Voy a recordar todo lo que hablamos, ¿en ti quedará algo de nuestras íntimas palabras? —todo en ella expresaba el anhelo.

—A mí…  a mí me gustaría olvidar —contestó mientras se paraba y suspiraba pesadamente—. Olvidar con la esperanza de repetir el momento —fue lo último que dijo antes de alejarse.

Dos vidas tan distintas, con tan poco en común y con tanto que pudo ser. Solo medio día forzado en la cabina de un avión los pudo reunir. Nada más que palabras sostuvieron fugazmente a dos almas en el mismo plano del universo, resonando en una frágil sintonía …sin tocarse, fue demasiado poco para una eternidad.

Dos Universos Infinitos Separados Por El Infinito

Pertenecemos a dos mundos divergentes, universos infinitos separados por el infinito. Nos es distinto el ayer, el hoy y el mañana. ¿Dónde estás y dónde estoy?.


Duermo para alcanzarte en mis sueños, no hay otro camino. ¿Alguna vez habitamos en el mismo lugar en el tiempo y el espacio?. ¿Quién nos arrancó del paraíso con los ojos vendados?.


La memoria de nuestro pasado y futuro se apaga tenue en el vacío. —¿Dónde puedo encontrar esos recuerdos? — me preguntas en mis sueños. —Sólo se que existen — te respondo resignado—, ¿en el día, acaso no están todas las estrellas detrás del cielo?.

Reflejos

La noche era tibia y húmeda, en el cielo apenas unos rastros de nubes difuminaban la luz de la luna. Por entremedio de los canelos surgió una figura frágil y ligera, apenas marcando sus huellas, como si tuviera alas en los pies. Se detuvo a la orilla del lago y permaneció inmóvil por largos minutos, con el sólo movimiento de su melena que se agitaba rebelde por el viento.


Había dejado pasar demasiado tiempo -pensó. Entonces suspiró hondo y susurrando algo parecido a una canción, tomó su vestido por sobre las rodillas y se adentró en el agua buscando su reflejo.


Daba pasos lentos e inseguros, lo que contrastaba con ternura con el ritmo suave de la hierba cimbreándose por la brisa nocturna. Con cada paso , pequeñas ondas se acercaban y alejaban; acariciaban y huían; descubrían y olvidaban al mismo tiempo.


Bajó la vista sin interrumpir su murmullo. Y como en un trance, fijó su mirada escudriñando en la profundidad, esforzándose por llegar al abismo. Apenas prestaba atención al espejo de la superficie, donde la imagen se detenía y luego se distorsionaba en hipnóticas ondas. 


“Ecos de nada -se dijo con angustia. Es que había cambiado… y como la mayoría de las veces sucede, fue en forma lenta, imperceptible y despiadada.


Detuvo su canto y con un grito ahogado en lágrimas retenidas, le rogó al Ngenechen que habita en el fondo del lago:


-¡Devuélveme el reflejo de lo vivido!

.

Magia

Desperté temprano, un poco antes del amanecer, con ese sentimiento de que durante el sueño ‘algo’ se me había revelado, intuido, aclarado o propuesto -quizás me faltan adjetivos- ; sólo sabía que lo soñé pero no específicamente qué.

-¿Acaso no has tenido esa sensación? –no estás aquí pero me gustaría preguntártelo, de una u otra forma tienes que haber estado presente en mi sueño.

Ha sido un verano caluroso, el tibio piso de madera amortiguaba mis somnolientos pasos hacia la biblioteca. Ni siquiera tuve que encender la luz, el amanecer se filtraba etéreo entre los árboles hacia el ventanal junto a los primeros trinos de los pájaros. Me detuve a contemplar esa frágil luminosidad, es que a esa hora todo pasa tan deprisa…, pareciera que el día y la noche se abrazan enamorados en un baile que anticipan que terminará demasiado pronto.

“Vamos, ¿Qué estás buscando?  –me pregunté, apoyando las palmas de las manos en la repisa repleta de libros. Los estantes estaban atiborrados de textos, había tratado de mantener el orden por materia, Ingeniería, Ciencia Ficción, Terror, Poesía, Matemáticas, Mercadeo, Autoayuda  –me avergüenzo de eso, pero sí, he caído en comprar libros de autoayuda-, y etcétera –“Un desorden que es mi propio orden y que sólo yo entiendo –la típica frase para que nadie se meta en nuestras cosas.

Bajé la vista y exhalé deshaciéndome  de todo el aire de mis pulmones –es que dicen que la asfixia temporal activa tus neuronas por algunos milisegundos y quise ayudar a mi intuición-. Ya estando en lo que llamo  ‘La Zona’, volví a mirar la estantería y entre todos tomé un viejo libro de poemas olvidado de años atrás, lo había leído demasiado joven…, -incluso antes de conocerte.

Lo abrí con cuidado, sus hojas estaban gastadas y amarillentas, no era por el uso, había sido  el paso del tiempo. Lo recorrí con apuro, como presintiendo que lo que me había llevado hasta allí se me podía escapar, lo hice desde atrás hacia delante, las hojas abanicaron la habitación impregnándola de un olor mohoso y dulzón; a la vez que se liberaban cientos de motas de polvo que brillaban con los rayos de luz. De pronto ahí estaba, puse mis dedos sobre él y recorrí sus letras reconociéndolas, …rasguñándolas .

-¿Te puede esperar tantos años un poema? – te vuelvo a preguntar…, ya sé que no estás, pero es esta fuerza extraña la que me arranca las palabras.

La magia no actuó primero sobre mi cerebro ni mi corazón, fue por hechicería que me quemó la piel.

Quise retenerlo tomando una fotografía, que nunca necesitaré. La imagen ya es parte de mí, quedó tatuada a fuego y hielo en mis huesos.

-Un día, cuando salgas por el claro del bosque, con tus ojos de hechicera podrás leerlo en mí.

 

 

Mis Vestigios

Allá quedaron mis vestigios,

no me los arrancaron los lobos a dentelladas,

sólo los dejé abandonados al atardecer,

sueños y recuerdos carcomidos,

ahora son carroña de buitres y coyotes.


Los minutos que demoré en sacarla a bailar,

que cuando me dijo que sí, me petrifiqué,

en ese baile apretado de cuello y entrepierna,

no supe como contestar cuando su cara se volteó hacia la mía.


Las pichangas del barrio y del recreo,

cuando la lealtad era parte de lo que jugábamos,

con fauls, goles y córners auto-sentenciados,

jurábamos por nuestras madres lo que cobrábamos.


También las ecuaciones de la señorita de Matemáticas,

que enredadas en sus medias oscuras se hacían inentendibles.

Las piernas blancas, morenas y negras de mis compañeras,

fetiches escolares con los que me apuñalaba.


Esos besos con sabor a cigarro mentolado

y todo lo demás que se pagaba con cuatro lucas.

Fui uno más que  soñó con rescatarla de ahí,

una cárcel con paredes de humo y necesidad.


Aquel paseo bajo un ventarrón de otoño

Y ese abrazo que me dio por dentro de mi abrigo,

manos heladas por el viento y calientes por el deseo,

-Sujétame fuerte para no olvidar -me dijo.


Allá también están los tragos que reí,

que con menos copas recordaría más.

Y junto a ellos los pitos que temí,

que si me los fumaba seguro que la besaba.


Fui mi pasado de sueños y recuerdos,

Pero ahora soy carne viva sin piel

con las vísceras al descubierto

a la espera de los buitres y coyotes.

Receta Plateada al Horno (Tapa de Asado al Horno)

-Flavio, dejé una plateada para que la hagamos al horno. ¿Me puedes ayudar con eso? -Ella me lo dice así, como pregunta, pero la verdad es que sé que espera que yo cocine este sábado.

-Es difícil hacer la plateada, hay un riesgo grande de que quede dura y seca –le contesto con preocupación. Si bien es cierto es uno de mis platos predilectos cuando voy a algún restaurant, pocas veces he quedado conforme con lo que recibo.

-Bueno, entonces la voy a hacer solita… -me dice con voz tierna, sabe que no me resistiré. Me da rabia que me domine tan fácilmente, pero cedo.

-No deja, yo la hago, pero déjame investigar en internet primero –creo que se me nota la voz de fastidio, pero ella sonríe triunfante, lo hizo otra vez.

Sí, es verdad, hice una plateada al horno, el resultado fue asombroso: Una carne jugosa y blanda que casi se podía cortar con el tenedor, acompañada de verduras glaseadas y horneadas en su jugo. Los sabores se mezclaban en el paladar haciendo una combinación deliciosa.

Cocino esporádicamente, principalmente asados a la parrilla que comparto con mi familia y amigos, por lo tanto, no soy un experto. Me gusta investigar antes de poner manos a la obra, pero no sigo las recetas al pie de la letra, pues hay miles de ellas en internet y no hay como saber cuál es la mejor. Así que la receta es una combinación de lo que leí, pregunté y agregué.

En esto de las recetas de la plateada al horno nadie coincide, salvo por la carne: la plateada (en Chile), tapa de asado (en Argentina) o tapa de lomo de asado (en España).

Con respecto al tiempo de cocción las recetas varían desde 1 hora hasta 4 horas, pero en los restaurantes buenos, la carta señala que la carne ha estado más de 6 horas en el horno, así que decidí que 6 horas era fundamental.

Algunas recetas agregan vino a la carne, generalmente se habla de vino blanco, pero siempre he pensado que el vino blanco no va bien con las carnes rojas y supuse que con 6 horas de cocción el vino tinto aportaría fuerza al sabor de la carne. Es una suposición, pero a veces aceptar algunas creencias como verdades evita que te detengas.

Las verduras, principalmente las cebollas se recomiendan que se pongan crudas a corte pluma como una cama en una fuente y sobre ellas la carne. También leí que se podían saltear, esa idea me gustó, así que la incorporé.

Busqué los ingredientes que tenía a mano:

-3 Kg de Plateada, Tapa de Asado o Tapa de Lomo de Asado, según el país.

-3 Cebollas grandes

-2 Tomates

-1 Pimiento Rojo

-1 Pimiento Verde

-1 Ají verde

-1 Cucharadita de Merkén (ají en polvo rojo)

-2 Dientes de ajo

-2 Zanahorias

-1/2 botella de vino tinto

-1/2 botella de ketchup

-2 cucharadas de aceto balsámico

-2 tomates

-Pimienta

-Comino

-Sal

 

Encendí el horno a 140 grados Celsius, después me puse a poner todos los ingredientes sobre el mesón de la cocina y luego empecé a sacar la carne que venía sellada al vacío, al pinchar la bolsa me di cuenta de que la sangre iba a ensuciar el mesón, así que la tome y me di vuelta para terminar de sacarla sobre el lavabo. Estoy usando unos anteojos para la miopía, tengo 1.5, no es gran cosa, pero suficiente para sentir que los debo usar cada vez que necesito precisión en algo. El problema es que no me acostumbro a ellos y como mi visión a distancia es muy buena, me los saco cada vez que puedo y esta vez me los dejé puestos en la punta de la nariz, para poder ver sobre ellos cuando quisiera enfocar algo de lejos y así no tener que tomarlos con las manos sucias. Entonces al tomar la carne y moverla de un mesón a otro vi la botella de aceto balsámico a dos distancias distintas, no es broma y la pasé a llevar.

Vi como el recipiente volaba por los aires, tuve tiempo para pensar en soltar la carne y hacer el intento de cogerla, pero desistí, pues imagine como caía la carne la suelo y la botella de vidrio se rompía en mil pedazos junto a ella convirtiendo esa noble plateada en una trampa mortal… ¿muy dramático?.

La botella cayó de costado, la mitad superior quedó intacta y la mitad inferior se reventó lanzando esquirlas a dos metros a la redonda. Inmediatamente un líquido oscuro y viscoso comenzó a desparramarse lentamente amenazando por filtrase por debajo de los muebles, el olor a vinagre era insoportable. Dejé la carne a un lado y corrí a buscar un rollo de toalla de papel, mientras maldecía la ocurrencia de usar aceto balsámico, la verdad es que no me gusta su olor ni sabor.

-Todo por dos cucharadas de aceto –murmuraba mientras secaba el piso para evitar que el vinagre se impregnara en la madera de los muebles y al vez tenía cuidado de no cortarme los dedos con los vidrios.

-Hey ¿se rompió algo? –me gritó ella desde lejos.

-No vengas, yo lo arreglo –casi le ladré. Aunque no tenía la culpa, en ese momento la odiaba, la idea de la carne al horno había sido suya y a ella es a la que le gusta el aceto balsámico.

No hubo respuesta, tampoco se acercó a ver. Ella, como todas las bonitas, nunca insiste.

Cuando terminé de detener el tsunami, cogí todos los vidrios con cuidado y los fui metiendo dentro de una botella plástica de 3 litros de gaseosa vacía a la que previamente le hice un corte, así evito que alguien al tomar la basura se corte accidentalmente. Finalmente fregué el piso con un detergente con olor a lavanda, en total 15 minutos de retraso.

Volvamos al procedimiento.

No quité la grasa de la carne, era muy abundante tal como debe ser un buen trozo de plateada. La grasa es la que aporta sabor durante la cocción y ayuda a evitar que la carne se reseque.

Puse dos cebollas a corte pluma sobre una fuente grande y profunda, haciendo una cama con ellas.

Medí la carne y decidí en cortarla en tres trozos grandes para poder acomodarla bien en la fuente. Cada uno de esos trozos fue sellado en una sartén grande con aceite a fuego fuerte, del aceite amarillo normal, creo que freír con aceite de oliva es cursi, porque nunca he comrpbado que el resultado sea mejor. Luego puse los trozos de carne en la fuente por sobre las cebollas, espolvoreando merken sobre ellos.

En la misma sartén freí dos tomates trozados y pelados sin pepas -es importante que no tengan pepas para evitar el amargor-, una cebolla a corte pluma, un pimiento verde y uno rojo cortados en trozos, dos zanahorias grandes en rodajas finas, un ají verde cortado en rebanadas, dos dientes de ajos, condimentando con pimienta, comino y sal. Tuve cuidado de no quemar las verduras.

Una vez freídas las verduras, agregué media botella de ketchup, había visto una receta donde se incluía dos cucharadas de ketchup, pero hace tiempo aprendí que el ketchup nunca es poco, entonces me entusiasmé. Después vertí media botella de vino carmenere, Casa Silva, Reserva 2015. Sé que me van a decir que es un crimen lo que hice, pero no tenía otro a mano. Y por último, me sirve para agregarle distinción a la receta.

También adicioné las dos cucharadas de aceto balsámico, es que no agregarlas habría sido como partir derrotado.

Toda esa mezcla la vertí sobre la carne cuidando de cubrirla bien con las verduras para que no quedara expuesta directamente al calor del horno. Rellené con una taza de agua para que la carne quedara casi sumergida. Y quedó tal como en la foto.

La puse en el horno y las restantes horas fueron una vigilia. Fijé la alarma en 180 minutos y después fui agregando 60 minutos cada vez hasta completar las 6 horas. A través del cristal vigilaba que el jugo no se evaporara, lo que nunca sucedió, supongo que la misma grasa de la carne y los tomates hicieron su aporte. Además el factor suerte creo que contribuyó, pues nunca le puse sal a la carne, solo a las verduras, entonces supongo que al sellar la carne sin sal pude conservar los jugos interiores de esta.

Al cabo de cuatro horas decidí revolver las verduras con un cucharon, tomando las que estaban al fondo y poniéndolas en la parte superior al mismo tiempo que daba vuelta los trozos de carne. Esto le quitó glamour a la presentación, pero creí que era importante asegurar una cocción pareja.

A las 5 horas yo estaba muy preocupado. Me di cuenta de que había invertido gran parte del día dentro de la cocina y ya había mucha expectación, gran responsable de eso era yo, porque siempre exagero mucho todo lo que hago. Si el asado quedaba duro, desabrido o incluso como cualquier pedazo de carne que se puede hacer en un sartén, yo me convertiría en el foco de las burlas por meses.

Al cumplir las 6 horas con mucho cuidado corté un pequeño pedazo para probar, con emoción me di cuenta que casi no tenía que presionar el cuchillo para cortarla. No podía creer que esa maravilla la había hecho yo. Es cierto que me dediqué con esmero, pero sé que eso no es suficiente para casi nada, esta vez todos los astros habían confluido.

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