“….La vida, el tiempo o ambos son implacables, nos van arrebatando la magia de nuestra alma, nos van apagando desde afuera hacia adentro. También hacemos nuestra parte mientras crecemos, empezamos a avergonzarnos de sentir y mostrar la magia que nos queda y así la vamos perdiendo, hasta que un día ya no nos acordamos que estaba ahí. A veces, se nos da una pequeña oportunidad, por instantes el recuerdo se asoma, sentimos que algo nos falta, pero no estamos seguros de qué es, ni dónde o cómo buscarlo. Es como esa sensación de la primera vez que una chica linda te trata de Señor cuando le sonríes…”
(Extracto del relato El Momento)
Encontré una pequeña joya en mi memoria: cuando eramos cinco niños que durante un año fuimos dueños de un mundo mágico que estaba en algún lugar de un cerro detrás de nuestro colegio, inmerso en la naturaleza, donde el alimento y el agua eran abundantes, así como los peligros que nos acechaban. Quizá lo más maravilloso era que ahí el tiempo se expandía y transcurría al menos diez veces más lento.
El lugar se llamaba Kaprona, si lo buscan estoy seguro de que no encontrarían la entrada, cada día estaba en un lugar diferente. Sólo sabíamos que habíamos llegado, porque nuestros corazones se iluminaban,
Ya contacté a dos de mis compañeros de aventuras para que me ayuden a contar alguna historia, es que hay una niebla, presiento que viene de Kaprona, esa bruma adormece mi mente cuando trato de recordar. Si juntos lo logramos, quizás, podremos compartir con ustedes un poco de magia.
Me gustaría volver a Kaprona, pero por este año debe pertenecer a otro grupo de niños y creo que debemos dejarlos que exploren solos ese maravilloso lugar.